Resulta desolador lo que está sucediendo en Sevilla. Una ciudad en la que una de sus señas de identidad son los olores, que proceden (hasta ahora) de una arboleda urbana que además le otorga al caminante las sombras necesarias para sobrevivir a las calores de los tórridos veranos, se está quedando sin ese patrimonio natural. Y para dejar a Sevilla sin árboles no ha hecho falta una plaga como la del picudo rojo, ese insecto capaz de devorar con su pico el corazón de las palmeras para dejarlas en pie pero tronchadas, como zombies vegetales. No. Para este nuevo arboricidio que está dejando sin alma vegetal las calles sevillanas ha hecho falta tan sólo un individuo: el alcalde de Sevilla.
Zoido, un apellido que podría perfectamente asociarse con un insecticida o un pesticida, está ejerciendo como tal haciendo honor a la sonoridad de su nombre. Él y su equipo de gobierno se han lanzado a una campaña de tala masiva de árboleda en la ciudad con una voracidad que está haciendo ver al temido picudo rojo como la plaga de una especie aficionada.
Es metafórico que la sevillana calle Progreso sea una de las que se ha quedado desprovista de árboles. En esta emblemática vía del barrio El Porvenir (también metafórico que el barrio se llame así), el equipo mandado por Zoido ha actuado como los romanos cuando conquistaron finalmente Cartago, sólo que tras asolar la calle, en lugar de echar sal han optado por una solución más actual: el cemento para tapar los alcorques y convenir así que nunca más crezca nada vivo en ese lugar.
Un vecino de la calle Progreso me manda estas fotos en las que se ve la huella de Zoido allá por donde pasan sus taladores. Donde había falsas acacias (Robinias pseudoacacias) ahora hay cemento. Y a mi, desprovisto de sombra que me cobije de la ira que me produce que un impresentable como Zoido arranque árboles sin sentido, no se me ocurre más que pensar que esto es una metáfora: es el progreso de Zoido y su gente, el sevillanito casposo que desde su coche oficial con aire acondicionado no necesita sombra, el que ve en la naturaleza un estorbo para las farolas. Este es su progreso… pero la calle aún es nuestra, aunque nos haya robado los árboles.